sábado, 26 de mayo de 2012

Nicolás Salmerón y su falsificación documental

He de confesar que fui de esos estudiantes universitarios que acudía a los congresos académicos con ilusión, henchido de la peregrina e ingenua idea de que se trataban de convenciones científicas en las que los investigadores exponían sus trabajos y descubrimientos para un debate sesudo, en aras del progreso de la ciencia. Bien. Pues en abril de 2003 acudí a un congreso sobre Nicolás Salmerón celebrado en la Universidad de Almería. Presenté un trabajo de investigación completamente novedoso, perfectamente documentado y convenientemente expuesto. Claro que aquel congreso se hacía a mayor gloria de Salmerón y del republicanismo krausista.


Las intervenciones laudatorias se sucedían, algunas meritorias –tengo buen recuerdo de un par de ellas-, mientras la concurrencia respiraba alabanzas al homenajeado y suspiraba por lo que España podía haber sido y uno fue. Entonces sucedió. La relatora de las comunicaciones, profesora de la Universidad de Sevilla, con evidente desagrado y formas histriónicas, enarcando cejas y dedicando aspavientos, comenzó a “resumir” el trabajo presentado por un tal Jorge Vilches, de Madrid.  Y es que yo había osado decir que Nicolás Salmerón falseó el acta del Diario de Sesiones en la madrugada del 3 de enero de 1874, siendo él presidente de las Cortes. La relatora, especializada en la izquierda sevillana del primer tercio del siglo XX, atizó contra mí, no un comentario científico como era su obligación, sino un catálogo de gestos propios de a quien le susurran una blasfemia en pleno acto litúrgico. ¿Cómo me atrevía a poner en duda la santidad de Don Nicolás? Yo presentaba las pruebas documentales, los testimonios y las razones del falseamiento, pero daba igual, Salmerón era inmaculado en pensamiento, obra y omisión, y no cabía discusión alguna. Pues yo creo que sí. Esta es la historia de cómo y por qué Salmerón falseó aquellos papeles.

La versión del golpe del 3 de enero dada por el Diario de Sesiones es un documento oficial redactado por la Mesa de la Cámara siguiendo las notas de los taquígrafos y firmado por el Presidente de las Cortes, Salmerón. El relato que pergeñaron está lleno de bravatas de los republicanos, algo posible, pero la sucesión y cantidad de tiempo no encajan, las frases de los líderes tampoco, y ni siquiera los actores que intervinieron.

Según el Diario de Sesiones elaborado por Salmerón las fuerzas armadas intervinieron una vez, cuando en realidad fueron dos: la de los Cazadores de Mérida, soldados de reemplazo -que retrocedieron-, y la de la Guardia Civil del coronel Iglesias.
Por otro lado, las recriminaciones de Castelar recogidas por testigos del acontecimiento fueron sustituidas en el Diario elaborado por Salmerón por llamamientos a la unidad republicana. Esto contradice la actitud de D. Emilio, que se fue a su casa inmediatamente después del golpe, y que echó sin misericordia al propio Salmerón que fue a solicitar su apoyo. Curiosamente, ese acta falseada fue elaborada después de esta visita frustrada, y pone en boca de Castelar frases, supuestamente proferidas en las Cortes, que huelen a venganza, como ésta: “Lo que está pasando me inhabilita a mí perpetuamente, no sólo para ser poder, si no para ser hombre político”. Es raro que una frase tan contundente e importante no la recogiera nadie, ni la prensa ni testimonio alguno.  

Los diputados republicanos, según el Diario de Sesiones firmado por Salmerón, permanecieron todos quietos en las Cortes. No se anota ni una salida del Salón, cuando es de sobra conocido que la mayor parte de los parlamentarios huyeron tras conocer el ultimátum de Pavía.

Es más, el relato del Diario de Sesiones está ampliado, teatralizado. El general Pavía declaró en las Cortes el 17 de marzo de 1876 que “es inverosímil que ocurriera todo lo que está consignado en una de las Actas, desde el instante que entraron mis ayudantes hasta que se levantó la sesión”. Es decir; en los cinco minutos tasados por Pavía no pudo ocurrir todo lo que cuenta el Diario. Por cierto, Salmerón no respondió nunca a esta acusación.

El acta de la sesión se publicó primero en la Gaceta de Madrid (lo que hoy es el BOE), los días 3 y 4 de enero, aunque sin la última media hora de la sesión, que es cuando tiene lugar el golpe y la reacción de los republicanos. La versión definitiva del acta se entregó después para su publicación en el Diario de Sesiones, conteniendo la narración tergiversada.

La sospecha de manipulación del Diario de Sesiones se despeja al consultar la obra del historiador Antonio Pirala, el cual transcribe la primera versión del acta de aquella sesión. Pirala, que fue progresista, sentencia: “Fue inutilizada la tirada y redactada de otra manera, que es la que consta en el archivo (del Congreso de los Diputados), pero ejemplares impresos con esta redacción, fueron entregados a varias personas, entre ellas al cuerpo diplomático”.

¿Quién reelaboró el acta para el Diario de Sesiones? Salmerón y la mesa de las Cortes, que era salmeroniana en su mayor parte. ¿Por qué? Evidentemente para dar una imagen heroica de Salmerón y de los suyos, así como una negativa de Castelar en medio de la épica republicana. Fue un simple ajuste de cuentas personal que necesitó de una clara falsificación documental, y que cambió para la historia el papel de los republicanos, otorgándoles un heroísmo y cohesión que no tuvieron (y que tampoco hay que reprochar).

A Salmerón le valió de bien poco en vida esa falsificación. Republicanos como Blasco Ibáñez, Vera y González, Miguel Morayta, González Serrano, Ernesto Bark, Sánchez Pérez o Álvaro de Albornoz, no dudaron en sus obras en cargar sobre Salmerón la responsabilidad del golpe del 3 de enero de 1874, acusándole de preferir a los cantonales antes que a Castelar sabiendo que había una amenaza golpista. Luego, en el último cuarto del siglo XX, esto ha desaparecido de las biografías de Salmerón.

Demostrada la falsificación sólo me queda relatar cómo terminó aquel congreso dedicado a Nicolás Salmerón y a la Unión Republicana de 1903. Hubo una peregrinación a Alhama la Seca, hoy Alhama de Almería, lugar donde residía con comodidad burguesa la familia Salmerón. Y ante su tumba, con las autoridades políticas y universitarias presentes, una orquesta encabezada por la bandera republicana interpretó el Himno de Riego y La Marsellesa. Creo que después se degustó un vino español. Es probable. No lo sé. Yo huí.

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